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Un primer plano de los REalizadores de cine:

La mirada tras la mente de los realizadores cinematográficos

Bajo tu sombra, corto. Directora: Juliana Zuluaga 

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La realizadora paisa presentando uno de sus proyectos en un festival internacional de cine en  Argentina.

Juliana Zuluaga habla del cine desde el arte porque así lo ve y no precisamente como una forma comercial para lucrarse económicamente. Reconoce que es importante buscar fuentes de financiación y venden sus obras y aunque ha recibido ingresos, el área artística es inestable y a pesar de eso, ella lo ve atractivo.

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“Es una resistencia porque es algo que no es útil para el sistema… es muy bello, si yo no hago películas el mundo sigue funcionando, pero es mucho más triste”, así lo encuentra Juliana. Crisálida Films, la productora de la que es cofundadora, nació hace 7 años y se han financiado los proyectos principalmente con recursos públicos.

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La productora surgió con un compañero de la universidad, cuando parecía que solo ellos dos querían hacer cine en medio del mar de alumnos de comunicación audiovisual del Politécnico Jaime Isaza Cadavid.  “Es muy lindo cuando un estudiante de colegio dice que quiere hacer cine”, piensa Juliana, porque ve un fortalecimiento en que esto se vea como una profesión y porque antes de estar en la universidad, le parecía imposible.

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A pesar de que cree que el cine es un arte muy costoso, la productora cuenta que el panorama de este es prometedor y que, en Medellín, por ejemplo, hay una especie de abundancia de espacios creativos y productivos.  Señala al Fondo de Desarrollo Cinematográfico (creado por la Ley de Cine o ley 814 de 2003) en el que se apoyan las líneas de acción y complementarias encaminadas a promover el cine colombiano.

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De igual forma, reconoce las becas a nivel local como las de la Alcaldía y las de Presupuesto Participativo que se ofrecen por comunas y considera buenas para los realizadores emergentes.

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Juliana ve oportunidades, pero al mismo tiempo una gran falta de juicio, ya que muchos realizadores se encasillan en el cine por el arte y no consideran que se necesitan planes estructurados, orden y un nivel de frustración muy grande porque “es estar concursando todo el tiempo, tenés un proyecto que amás con tu corazón entero y a vos te dicen que no”.

La realizadora no cree que se pueda hablar de una industria para hablar del cine colombiano porque no se produce en masa. Cree, más bien, que se deben fortalecer los procesos cinematográficos y le apuesta a lo formativo; no solo a nivel técnico, sino a entender de forma analítica el lenguaje y la construcción de imágenes.  Sumado a esto, apunta a que la financiación no debería ser solo pública sino privada y la valoración del oficio.

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A Juliana Zuluaga no le interesa que el cine se vuelva una industria porque algo que valora del cine latinoamericano es que “se haga con amigos, contar historias con escenarios reales, actores naturales… no es solo una consecuencia presupuestal, sino que también tiene que ver con una decisión estética, narrativa, política e ideológica”.

Por eso, no cree que la meta sea volverse una industria como Hollywood porque significaría una deshumanización y un contenido muy comercial. Juliana hace cine porque es su forma de expresarse y así lo asegura.

La Mirada Desnuda, documental. Realizador: Santiago Giraldo

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El director paisa en el detrás de escena de unas de sus producciones.

Santiago Giraldo dice con firmeza que “todo lo que yo hago está altamente influenciado por la vida, por la libertad de la vida”, y es que el desarrollo de su película como sus pasos hacia el cine fue de forma fluida y a la disposición de Santiago por escuchar su intuición.

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“Mi llegada al cine fue muy extraña, yo estaba en la universidad y no pude coger una clase entonces me tocó coger una de diseño llamada Imagen y movimiento y a partir de ahí combiné las dos cosas que siempre había querido combinar: la pintura y la música. Santiago siempre ha sido muy visual y a partir de ahí se encaminó.

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El cineasta y director del largometraje La Mirada Desnuda, sabía que quería indagar por unos años específicos donde se hizo mucho cine en Medellín y buscar una historia donde pudiera hacer una especie de cartografía de esto. Habló con Víctor Gaviria y más adelante conoció a Javier Mejía, quien sería el personaje de su película y aunque no estaba en sus planes hacer un retrato de él, Javier era una muestra viva de lo que estaba buscando.

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Santiago se pregunta sobre las formas de abordar la realidad y “hasta qué punto es pornomiseria y hasta qué punto es una investigación etnográfica ética o cercana a la persona que hace cine”. Considera que Víctor Gaviria es un referente de alguien que “hace un retrato muy honesto de Medellín”, pero siempre tendrá esa duda y se pregunta por las variables que determinan que lo sea o no.

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Recuerda una frase que leyó: “La miseria es fotogénica”. Dice que hay que recordarlo y no dejarse llevar por las lágrimas y las cicatrices.

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Hasta el 2019, en el país había 65 programas de educación audiovisual en los que 3.200 personas se graduaban cada semestre. Un pregrado de cine le hubiera gustado a Santiago, pero considera que haber estudiado diseño le ayudó a integrar todo lo que aprendió a sus proyectos cinematográficos y le funciona esa mezcla.

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Este cineasta es cauteloso y el hombre de su película, también. Dice que quizá por esto encontraron la manera de acercarse. Ya que Javier necesitaba un poco de intimidad, al principio en las reuniones eran solo ellos dos y Santiago hacía el ejercicio del ciego, como lo llama, porque ponía a grabar a Javier y no sabía qué ni cómo se escuchaba, luego llegaba a su casa a rebelar lo recopilado como una fotografía análoga.

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Hoy tiene contacto con Javier. Alguien le dijo una vez a Santiago que al cine no se viene a hacer amigos, pero él siente que “si alguien le está contando a uno una historia, lo más honesto que uno puede hacer es abrirse también, no es que uno vaya y diga ´seamos amigos y contémonos las intimidades´, no, pero me parece importante ser transparente”. 

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Al principio fue complicado porque Javier le hablaba por teléfono para decirle: “no le podés mostrar esto a nadie, mi hermano es abogado y si yo no quiero que esta película salga, no sale”.  Llevaban 5 meses y Javier no había firmado la autorización. Finalmente, Santiago le declara: “Parce, yo no voy a seguir esta película si usted no me firma esto…se acaba hoy”. Javier le firmó y Santiago piensa que el personaje continuó porque sabía que de la honestidad del cineasta.

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A Santiago Giraldo no le interesa el estatus o la etiqueta de director, prefiere ser “camaleónico”. Cambiar y dirigirse hacia donde indiquen las cosas y es que él piensa que no se debería caer en el overthinking o sobrepensar, como resolvió llamarle en español.

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“Yo no decidí cómo hacer esa película, una vez me llamó Javier y me dijo que me fuera para allá que me iba a contar toda la historia y yo solo tenía la grabadora de audio— igual él no me iba a dejar grabarlo porque estaba súper borracho—”, narra Santiago. Eso fue lo primero que grabó del largometraje y por eso reafirma que el mismo hacer va construyendo la forma en que se deben hacer las cosas y no preocuparse por una estética demasiado controlada y superficial.

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“Me da miedo decir que sí tengo una noción de estilo y sentiría que tengo la razón, soy importante y lo estoy haciendo bien”, dice el cineasta, porque en medio de su perfeccionismo, no quiere que el ego le haga pensar que tiene un estilo, solo una forma de dejarse llevar por la intuición.

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Cuéntanos, ¿cuáles crees que son los principales retos a los que se enfrentan los realizadores en el país?

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